Los primeros modelos de elevadores, que surgieron a mediados del siglo XIX, obviamente no contaban con las medidas de seguridad que hoy en día están vigentes. Por tanto, el desgaste producido por sus cables provocaba que se desgarrasen, incitando, en ocasiones, a accidentes mortales.
No obstante y gracias a las técnicas de investigación surgidas dada la aparición de rascacielos y edificios altos, propiciaron que se desarrollasen nuevos sistemas de frenado de emergencia. Dicho lo anterior, ¿cómo funciona exactamente? Bien, uno de los componentes clave para la protección ciudadana es el regulador de velocidad, que queda unido por medio del cable al dispositivo de seguridad que se ubica debajo de la cabina del elevador. Este regulador funciona gracias a la fuerza centrífuga y, a su vez, ésta pone en marcha un sistema de pesas. Si por cualquier circunstancia hay un exceso de velocidad, dichas pesas activarán un interruptor que cortará la energía del motor, frenando la polea y deteniendo el elevador sin necesidad de recurrir al mecanismo de seguridad.
Si por cualquier razón lo anteriormente mencionado no fuese suficiente para detener el ascensor, entonces se activaría el famoso mecanismo de seguridad. En este caso, contaríamos con unos componentes especiales de rodillos o levas con bordes dentados, que se calzan en los rieles guía y detienen la cabina finalmente.
Como habéis podido comprobar, un elevador es un sistema bastante seguro con varios dispositivos alternativos en caso de fallida de la máquina. Estamos convencidos de que ahora estaréis más tranquilos a la hora de subiros en uno, ¿verdad?